Los primeros druidas procedían de las islas míticas que las leyendas
han situado al norte del Mundo, tierra primitiva de los Tuatha Dé
Danann.
Los Tuatha Dé Danann vivían en las islas al norte del
mundo, donde aprendían la ciencia y la magia, el druidismo, la sabiduría
y el arte. Existían cuatro ciudades en las cuales ellos aprendían la
ciencia, el conocimiento y las artes sagradas: Falias, Gorias, Murias y
Findias.
De Falias procede la Piedra de Fal, que estaba en Tara. Esta piedra
gritaba en el momento de la entronización del rey irlandés. De Gorias
procede la lanza de Lug. El que la portase jamás perdía una batalla. De
Findias procede la espada de Nuada. Nadie podía evadirse cuando la
espada era desenvainada. De Murias procede el calderón de Dagda. Era
capaz de colmar el hambre de cualquier ejército por muy numeroso que
fuese.
En estas cuatro ciudades había cuatro druidas. Morfesae en Falias,
Esras en Gorias, Uisicias en Findias y Semias en Murias. Estos son los
cuatro poetas de quienes los Tuatha Dé Danann aprendieron su ciencia del
conocimiento. La tradición irlandesa sostiene que estas islas
afortunadas son gobernadas por un dios poderoso que se encuentra
dormido; su nombre es Dis Pater, dios galo de los muertos y de los
vivos. Es el Cronos de los griegos. En Irlanda es conocido como Eochaid
Ollathir, el padre poderoso.
Su hacha mata por uno de los filos y resucita por el otro. Los
druidas afirmaban ser los descendientes y discípulos de este dios
poderoso, y a él imputaban todos sus conocimientos. Tuan Mac Cairril
(hijo de Cairrel) fue el primer hombre druida primordial, sobreviviente
del Diluvio (fin de los Tuatha Dé Danann). Ha pasado por diversas
metamorfosis (formas animales). Su última transformación animal fue en
un salmón (1). Comido por la hija de un rey, renació bajo la forma
humana como primer druida.
El objetivo del druida es transmitir por vía oral a un grupo de
discípulos selectos un conjunto de conocimientos ligados al mundo
espiritual. La propia historia legendaria de los celtas tiene un origen
divino y probablemente contenga de forma alegórica toda la historia
mítica de la Humanidad, como podemos ver por ejemplo en la teoría
universal de las Cuatro Edades o Cuatro Razas-raíz de Hesíodo. Toda la
mitología insular se organiza alrededor de las cinco invasiones míticas
de Irlanda.
La isla fue subyugada por una raza que, después de un cataclismo, una
epidemia o una gran batalla, cedió su lugar a otra. Las cinco
invasiones fueron: 1ª Raza: Partholon. 2ª Raza: Nemed. 3ª Raza:
Fir-Bolg. 4ª Raza: Tuatha Dé Danann. 5ª Raza: Goideles (antepasados de
los irlandeses). Hay numerosas referencias al Diluvio en la mitología
céltica, en que la raza de los Tuatha Dé Danann entró en la leyenda viva
del Reino de los Dioses.
La Tradición Oral:
La importancia de la tradición oral para los druidas realza el valor
de la fidelidad con la tradición universal. Los conocimientos no podían
ser revelados sin exigir previamente del alumno una segura disciplina de
vida. La formación duraba veinte años y solamente los mejores eran
considerados dignos de pertenecer al colegio sacerdotal formado por tres
grados: los druidas, los ovates y los bardos. El poder de la palabra,
del verbo creador, en el sentido antiguo de la evolución mágica, exigía
por parte del druida un perfecto conocimiento de la relación existente
entre el sonido y la Naturaleza.
Antiguas tradiciones enseñan que todo el sonido producido en el mundo
visible despierta un sonido correspondiente en las esferas invisibles y
pone en acción una fuerza en el lado oculto de la Naturaleza. Cada
sonido corresponde a un color y un número; todas esas correspondencias
encuentran eco en cada uno de los elementos. Conocer el nombre exacto
de las cosas equivale a entrar en conexión con la vibración de los
elementos y utilizar las fuerzas de la Naturaleza para producir
determinados prodigios y alteraciones, tanto a nivel físico -por
ejemplo, producir modificaciones atmosféricas: relámpagos, lluvia,
etc.-, como a nivel psicológico: hechizos, alivio del dolor mediante la
música, poder de sugestión para dar coraje a los guerreros celtas antes
de las batallas, poder de metamorfosis para ahuyentar a los enemigos,
etc.
A nivel espiritual, los druidas tenían supuestamente acceso a la
visión profética y a estados de éxtasis que permitían entrar en
comunicación con el Mundo invisible de los dioses. Así, para los
druidas la palabra constituye una fuerza viva que servía para invocar y
conjurar, mientras que la palabra muerta (la escritura) era vista como
el cadáver de la ciencia perdida, una ciencia estancada como el agua
retenida, que ya no puede vivificar. La palabra emana de la Voluntad y
la Ley Divina, y es portavoz de la autenticidad y fiabilidad de los
hechos.
La mentira era considerada «el máximo pecado» entre los celtas. El
legado de los antepasados era objeto del máximo respeto, y una buena
parte de los años de formación druídica constaba de la memorización de
antiguos textos y leyendas que debían ser recitadas sin ningún tipo de
omisión. Ellos enseñan durante veinte años, en cuevas o florestas
aisladas, muchas cosas en secreto a los más nobles de la nación (2).
Consta que aprenden de memoria un gran número de versos (…) También
discuten sobre los astros y sus movimientos, sobre la dimensión de la
Tierra y del Universo, sobre la naturaleza de las cosas, la potencia y
el poder de los dioses inmortales, y transmiten esas especulaciones a la
juventud (3).
La Tradición Escrita:
“Los Oghams” Los druidas utilizaban un alfabeto sagrado, llamado
«ogham», escritura simbólica formada por trazos horizontales y oblicuos,
grabados generalmente en la piedra o en palos de madera. Estos signos
mágicos servían probablemente para «eternizar» ciertas fórmulas o
hechizos que debían ser considerados de la más grande importancia e
incorruptibles al tiempo.
Veamos lo que la tradición nos dice sobre los oghams: Ogham, ogam:
lenguaje misterioso de las primitivas razas celtas, utilizado por los
druidas. Una de las formas de este lenguaje consistía en la asociación
de las hojas de ciertos árboles con las letras (…) Alfabeto simbólico,
mágico, empleado por los antiguos «mystes» para determinados
encantamientos de carácter musical (4). Según Fernando Schwarz, el
dios Ogam u Ogmios, protector del conocimiento y la elocuencia,
proporcionó una escritura sagrada llamada «ogámica». Ogam está asociado a
los magos.
Gamma es la tercera letra del alfabeto griego que, invertida, se
convierte en Mag, palabra utilizada por los iranianos para designar a
sus propios sabios. Esta palabra hace recordar a aquellos que poseen el
conocimiento del Fuego y está relacionada con el poder del sonido.
La Trinidad Céltica: Las tres principales divinidades del panteón
irlandés son el dios supremo Lug y sus dos hermanos: Dagda y Ogme. El
primero trasciende las tres funciones sociales y cósmicas y los otros
dos son las caras opuestas y complementarias de la gran divinidad. Son
equivalentes a la dualidad védica Mitra-Varuna; simbolizan la totalidad
del mundo manifestado, el claro/obscuro, bueno/malo, celeste/terrestre.
El Dios Lug y su Simbología:
El dios Lug, principal divinidad celta, asume diversas funciones. Es
el ingenioso, constructor, mago, operador; tiene un caldero donde
prepara pociones que curan enfermos y heridos y resucitan los muertos.
Este caldero es el primer Graal de la mitología céltica. Si observamos
en un mapa las concentraciones de nombres derivados de Lug o Lusine,
constatamos que su sucesión diseña curvas o espirales.
No es debido a accidentes geográficos, pues no los sigue. Se descubre
a través de los nombres recibidos, que son obra humana. No hay
dispersión ni desorden, sino concentración organizada y persistente, y
por lo tanto tradicional (…) La espiral une locales que poseen ciertas
particularidades; se trata de un camino relacionado con el dios Lug y
los monumentos megalíticos. Los caminos se hacen para ser recorridos,
ir de un lugar a otro, y una espiral no es de ninguna forma el camino
más corto entre dos puntos.
No se trata, pues, de un camino utilitario en el sentido material, sino iniciático, de peregrinación (5).
La Metempsicosis:
Lo que los druidas quieren decir es que las almas no mueren, sino que
pasan, después de la muerte, de un cuerpo a otro; según ellos, eso
estimula el coraje, eliminando el miedo a la muerte (6). Para el
guerrero celta, la muerte constituye una vía de acceso al Más Allá.
Morir en la fuerza de la juventud, frente al enemigo, constituye un
modelo de heroísmo que permite alcanzar la Tierra Prometida.
Los celtas tenían una concepción tridimensional de la vida
(humana-heroica-divina) que nos hace recordar la vieja concepción
tripartita del hombre, probablemente relacionada con las enseñanzas
secretas de los druidas. Ellos concebían el hombre bajo tres aspectos;
físico, psíquico y espiritual (cuerpo, alma y espíritu). El cuerpo es el
vehículo temporal, limitado a servir en esta vida como soporte de las
experiencias. El alma es el verdadero agente de evolución. Como
receptáculo de la conciencia, transporta la carga psíquica positiva y
negativa que perdura más allá de la muerte corpórea, y atiende a una
evolución progresiva del Yo individual que sufre una purificación
durante su ciclo de manifestación (la metempsicosis significa el pasaje
de los elementos psíquicos de un cuerpo a otro). El espíritu constituye
el eje central e invisible, inmutable y eterno, alrededor del cual todo
gravita.
La Vida Después de la Muerte:
-“El Druida Psicopompo”- El druida participa activamente en las
ceremonias fúnebres. Como verdadero psicopompo, realiza el rito de
pasaje hacia el Más Allá, restableciendo el equilibrio entre las
obligaciones humanas y el orden cósmico. El druida es el intermediario
entre los dioses y los hombres, y por eso, como maestro, opera en la
magia ceremonial a fin de facilitar el pasaje del alma hacia el otro
lado de la vida.
Antes de ser inhumado, el cuerpo del difunto era lavado en una
ribera. Este baño lustral y curativo nos hace recordar el pasaje
simbólico del alma por las aguas del río Leteo de que nos habla Platón.
Después, el druida improvisaba cánticos de lamentación, y el rito
finalizaba con juegos funerarios mediante la inmolación de animales
domésticos y a veces de víctimas humanas que podían honrar el nombre del
difunto (si se trataba de un héroe o de un rey). El viaje hacia el Más
Allá se hacía en barco, pues los celtas situaban su paraíso muy lejos,
en el oeste de Irlanda, detrás del Sol poniente.
El Sid, cuya raíz etimológica significa «paz», era un lugar donde no
existía espacio para ninguna reminiscencia de la Tierra: sufrimiento,
culpa, enfermedad, aflicciones que puedan perturbar el reposo del alma.
Como Tierra de la Felicidad, el tiempo y el espacio han sido allí
abolidos. Los celtas también afirmaban que algunos lugares
subterráneos, montes y lagos, podían servir de morada a sus dioses y
antepasados (los túmulos de Newgrange se suponían la residencia de
Dagda). Estos lugares sagrados servían como «omphalos», punto de
contacto entre este y el otro mundo, del cual el sacerdote supremo o
druida era el intérprete.
La Isla de los Bienaventurados:
El viaje entre este y el otro mundo sigue siempre una ruta marítima.
El agua es, en el simbolismo universal, la materia prima, el prakriti de
los hindúes, el germen de los gérmenes, el origen de la vida y el
elemento de regeneración corporal y espiritual. El agua posee un poder
purificador. La inmersión es regeneradora, pues el agua es al mismo
tiempo vida y muerte, muerte y vida, como el vaivén constante de las
olas del mar. Los celtas representaban el Más Allá por medio de islas
maravillosas situadas en el noroeste del mundo. Los dioses irlandeses o
Tuatha Dé Danann, tribu de la diosa Dana, vinieron con sus fabulosos
talismanes de cuatro islas del norte del mundo.
Irlanda, con su provincia central, Meath (derivada de Mide, Medio),
es asimismo considerada una isla divina. La isla es simbólicamente un
lugar de elección, de ciencia y paz en el medio del océano de la vida
agitada y de la ignorancia. Representa un centro primordial, por eso
está siempre asociada al color blanco (7). Los celtas creían que sus
instructores (los druidas) procedían de las islas situadas al norte del
mundo. Esta tradición indoeuropea es análoga a otras similares en India y
China, lo que nos permite deducir que estamos ante una tradición muy
antigua, tal vez de origen mítico, relacionada con la Tierra de los
Hiperbóreos, Tierra de Apolo, dios de la Luz y la Pureza y centro
espiritual de los seres primordiales.
Los celtas hablan asimismo de la Isla Blanca, Thulé, isla polar
equivalente a Tula, nombre de la capital de los toltecas, los cuales
decían ser descendientes de la isla de Aztlán (¿Atlántida?), y que en
recuerdo de la Thulé mítica dieron ese nombre a su capital. Avalón o
«Isla de las Manzanas» (Aval, manzana) es el nombre de la isla mítica
donde el Rey Arturo fue conducido a fin de ser curado de sus heridas
mortales. Esta isla, paraíso de los dioses y héroes celtas, es el lugar
donde se encuentran los manzanos de la sabiduría que otorgan la
inmortalidad.
El simbolismo de la manzana es muy variado, pues este fruto, cortado
por la mitad perpendicularmente a su pedúnculo, diseña con sus pepitas
la famosa estrella de cinco puntas o pentagrama. Este símbolo es para
los Iniciados la marca del hombre que se libera de la materia mediante
la espiritualización de su Yo. La manzana es asimismo reconocida como
el fruto que proporciona la eterna juventud. En todas las mitologías,
este árbol era considerado sagrado y venerado como «árbol del
conocimiento». Las mensajeras del Sid, según los textos irlandeses,
vienen por mar en su barca de cristal a buscar a los héroes.
La transparencia del cristal simboliza la inmaterialidad de la nave,
así como la de sus pasajeros, y hace alusión al carácter espiritual de
la misión: transportar el alma hacia el otro lado de la vida. Los Tres
Mundos: Los Celtas tenían una concepción del Universo relacionada con
tres mundos, que concebían de la siguiente manera: 1º) «El Círculo de
Keugant», mundo de los arquetipos, simbolizado por un círculo vacío y
representado en las leyendas artúricas por el hueco de la Tabla Redonda.
2º) «El Círculo de Abred», mundo sujeto a la ley de causa y efecto, al
destino que se proyecta como necesidad de evolución; vida y muerte se
alternan en él para producir la vida manifestada.
Es la cruz que en su movimiento de rotación desintegra y reintegra.
El hombre, el microcosmos, es crucificado en la materia para renacer
como macrocosmos, simbolizado por el Centro o Unidad supraconsciente.
Este mundo está relacionado con Dadga y su hacha: mata por un lado y
resucita por el otro. La justicia se manifiesta como la propia
realización del destino. Los hindúes denominaban a esta justicia
natural «karma» o ley de causa y efecto; cada golpe de la vida produce
una reacción, una vibración íntima al nivel de la conciencia dormida.
Los golpes despiertan y el dolor (la muerte de algo) produce un
reajustamiento, que equivale a un nuevo nacimiento en un plano más
elevado de conciencia. Este círculo es el mundo manifestado, donde la
realidad espacio-temporal está representada por la cruz. 3º) «El
Círculo de Gwenved», o círculo de la beatitud (círculo de la luz
blanca). Está aureolado de hojas de roble como símbolo de la victoria
final y la reunificación. Este círculo es el eterno retorno a la
Vida-Una.
Los Tres Grados de los Druidas:
Druida: Representa la Voluntad y la Ley. El blanco es su color.
Ovate: Representa el Amor y la Sabiduría. El verde es su color. Bardo:
Representa la Inteligencia formal. El azul es su color.
Notas: 1- El salmón es considerado en el mundo simbólico celta como el emblema del conocimiento y la sabiduría.
2- Pomponio Mela, siglo I a. de C.
3- Julio César, «La guerra de las Galias».
4- Helena P. Blavatsky, «Glosario Teosófico».
5- Louis Charpentier, «Los gigantes y el misterio de los orígenes».
6- Julio César, «Guerra de las Galias». 7
– J. Chevalier/A Gheerbrant, «Diccionnaire des Symboles» 520.
Fuente: Revista Esfinge, Nº 46