Quirón, el sanador herido
En Astrología, el asteroide Quirón es uno de los símbolos más complejos e incomprendidos de la carta natal. Quirón circula en una órbita perpendicular y elíptica que se entreteje entre Saturno y Urano. Su órbita y su condición de «no planeta» son sólo el principio del misterio de Quirón, un enigma celestial que siempre nos elude mientras orbita dentro y fuera de la Vía Láctea.
Sin embargo, cuando se entiende e interpreta correctamente, la importancia de Quirón en la carta natal habla de la profundidad de su significado simbólico, ya que la potencia de su efecto se siente en su capacidad (cuando se interpreta correctamente) de contar historias sobre acontecimientos y circunstancias reales en nuestras vidas.
Da igual de qué sentimientos se trate, Quirón simboliza nuestra vulnerabilidad, la cual se forma allí donde nos han herido en los primeros años de vida.
La lección de Quirón tiene que ver con la forma en que reconocemos y tratamos (o no) nuestras heridas más profundas: nuestros primeros encuentros con la vida, los recuerdos que socialmente debemos ocultar porque se consideran «desagradables», etc.
La posición de Quirón en nuestra carta natal es el área en la que nos sentimos vulnerables, débiles o en la que no confiamos mucho de nuestras capacidades.
La colocación de Quirón ilumina nuestras heridas pasadas y el llamado «equipaje» que cada uno debe llevar a sus espaldas, revelando cómo nuestras interacciones con el mundo provocan nuestras inseguridades y aparentes fracasos.
El propósito de Quirón es que nos demos cuenta de que nuestros puntos débiles no son sentimientos que podamos eliminar, y tampoco podemos huir de ellos ni negarlos. E incluso si pudiéramos olvidar la experiencia en sí, nuestros cuerpos y mentes seguirán conteniendo esa sensación, aunque no sepamos de dónde provenga.
Al reencontrarnos con situaciones estresantes y reflexionar sobre ellas, dejamos que entre la autoconciencia, lo que a su vez nos lleva a denunciar el papel de víctima y a convertirnos en el exaltado maestro/sanador que encarna la figura mitológica de Quirón.
Quirón en la mitología griega: el abandono
En la mitología griega, Quirón es conocido como el «Sanador Herido», abandonado al nacer, pero acogido por Apolo, dios de la luz de la verdad. Bajo la guía de Apolo, Quirón se convirtió en un ilustre erudito, maestro, sanador e incluso profeta, siendo tutor de todas las figuras de los héroes griegos en su juventud.
En el mito, Quirón es producto de Cronos (Saturno) y la oceánide Filira. Cronos era conocido por devorar a su descendencia, ya que un oráculo había profetizado que un día sería derrocado por uno de sus descendientes varones.
Conociendo la profecía, la esposa de Cronos, Rea, hizo todo lo posible por esconder al bebé Zeus, que estaba tan bien escondido por su madre Rea que Cronos nunca lo encontró, y éste acabó siendo derrocado por su hijo tal y como había predicho el oráculo.
Pero en medio de su acalorada y persistente búsqueda de su hijo Zeus, Cronos se desvió de su rumbo (otra referencia a la órbita de Quirón fuera de nuestra galaxia) por su deseosa persecución de la oceánide Filira.
Filira no quería tener nada que ver con Cronos, por lo que intentó esconderse de él transformándose en una yegua. Pero su intento fue infructuoso, ya que Cronos la descubrió y a su vez se transmutó en caballo para aparearse con Filira. El producto de esta unión fue Quirón, un semidiós con aspecto de centauro, mitad caballo, mitad hombre.
Horrorizada por el hecho de que Quirón fuera el producto de su unión no deseada con Cronos, Filira rogó a los dioses que la transformaran en otra cosa que no fuera su ser mortal, al no poder soportar la carga de producir un «monstruo». Quirón se convierte en el «sanador herido».
Los dioses concedieron el deseo de Filira y la convirtieron en un tilo (un tipo de árbol), dejando a Quirón a su suerte mientras Cronos seguía buscando a Zeus.
Afortunadamente para el bebé Quirón, fue encontrado por un pastor llamado Apolo y con su guía se convirtió, como hemos dicho, en el tutor de muchos héroes griegos.
Hércules, uno de los estudiantes de Quirón, fue a visitar a su maestro en su cueva entre los centauros, y de alguna manera, seguramente debido a algún malentendido, se produjo una batalla entre Hércules y los centauros. Durante la breve batalla, una de las flechas envenenadas de Hércules alcanzó accidentalmente a Quirón en la pierna.
Aunque el propio Quirón no fue el causante ni tuvo ningún papel en la batalla, se encontró con una segunda herida, esta vez física, que no pudo curar y que se produjo, al igual que el abandono por parte de la Madre, sin culpa alguna.
Quirón se retiró a su cueva y pasó muchos años tratando de curarse, pero todos sus esfuerzos fueron en vano: la herida que le dejó la flecha de Hércules no se curó. Siendo un semidiós y por lo tanto inmortal, fue condenado a una vida eterna de agonía.
Finalmente, Hércules se sintió tan culpable que pidió a Zeus que se apiadara de Quirón y le concediera, al menos, la muerte para que dejara de sufrir.
Como compromiso, Zeus le concedió a Quirón la libertad de su inmortalidad ofreciéndole que cambiara su destino por el de Prometeo, que estaba condenado a estar atado a una roca mientras un grifo picoteaba su hígado.
Cuando se le ofreció la posibilidad de elegir, Quirón eligió tomar el lugar de Prometeo, renunciando a su inmortalidad y con ella a su sufrimiento y orgullo.
La paradoja de las heridas
En esta historia de cómo surgió Quirón, su primer encuentro con la realidad es muy complicado debido al abandono que experimentó por parte de su madre y de su padre.
El tema del abandono es fundamental para entender el significado de Quirón, ya que representa un legado en el que el abandono paterno del niño sienta las bases de un complejo psicológico basado en el miedo al abandono como tema dominante en nuestra relación con los demás y con el mundo en general.
La paradoja del sufrimiento se define en el mito de Quirón en el sentido de que nos recuerda que la tragedia es, en algunos aspectos, una parte inevitable de la vida para la que no hay arreglo porque no tenemos control sobre las formas en que se manifiesta en nuestras vidas.
Cuando observamos el mito en su totalidad, la paradoja de la curación es un ciclo de desarrollo que implica una tríada de figuras: el herido (víctima), el que hiere (perpetrador) y el que cura (sanador), lo que se llama las «tres caras» de Quirón.
Las tres caras de Quirón simbolizan las identidades entre las que rotamos -los papeles que desempeñamos- a medida que atravesamos el proceso de curación. Cuando las llagas ejemplificadas por el emplazamiento de Quirón en nuestras Cartas Natales son desencadenadas por acontecimientos o circunstancias de la vida, este proceso se pone en marcha.
Podemos empezar en el papel de herido o de quien hiere, y encontrarnos más tarde en la vida encarnando el papel opuesto, también puede ocurrir al revés. La víctima se convierte en el acosador, el acosador se convierte en la víctima, y así sucesivamente.
Entonces, ¿Cómo podemos equilibrar nuestra relación con nuestros miedos sin quedar atrapados en el ciclo vicioso entre el papel de herido y el de heridor?
La idea es que las personas y las circunstancias con las que nos reencontramos con el tiempo facilitan un cierto nivel de autoconciencia, no de nuestra impotencia sino del poder que surge al aceptar la renuncia al miedo que surge al renunciar a la necesidad de control.
¿El truco? Convertirse en el Sanador no implica una progresión lineal de un estado a otro, sino que es un proceso continuo de sincera confrontación con uno mismo a través de la forma en que asimilamos, interpretamos y actuamos sobre los sentimientos que surgen en nuestro trato con personas, situaciones o acontecimientos «externos».
Cuando somos capaces de ver la situación, pero nos distanciamos lo suficiente como para no actuar de forma reactiva o defensiva, somos capaces de aprovechar nuestra empatía y compasión y nos convertimos en el sanador.
El sanador y el complejo de héroe
Para situar la historia de Quirón en su contexto, debemos considerar el concepto de «héroe» en la época griega preclásica. El culto a los dioses es un tema omnipresente en toda la mitología griega; sin embargo, muchos de los mitos presentan a mortales o semidioses realizando hazañas sobrehumanas.
La imagen del héroe que defiende al pueblo (y, en consecuencia, a los dioses) se ha convertido en muchos aspectos en una figura caricaturesca por definición, pero sigue siendo un potente arquetipo en el inconsciente colectivo.
Y es cierto: cuando observamos las tramas modernas, la figura del héroe parece aparecer patológicamente: el príncipe que mata al dragón, la rana que se convierte en príncipe, Robin Hood, Clark Kent/Superman, Peter Parker/Spiderman, Bruce Wayne/Batman… La lista es, bueno, larga.
Pero el mensaje que se pasa por alto en muchas versiones contemporáneas de la famosa narrativa del Héroe/Salvador es que cuando un mortal realiza hazañas sobrehumanas, se convierte en objeto de adoración e inevitablemente cae presa del trágico defecto de la arrogancia.
La arrogancia, o el orgullo excesivo, es el conflicto que subyace a la caída de muchos héroes de la antigua Grecia, lo que nos recuerda que el sacrificio del orgullo es la base de nuestra salvación.
El antihéroe
En este sentido, Quirón encarna lo que se identifica como la quintaesencia del antihéroe, puesto que Quirón empieza cuando lo heroico se difumina. En otras palabras, lo que encontramos en los primeros años de la vida -sucesos o circunstancias que nos ocurrieron y sobre los que no teníamos control- simplemente no pueden ser borrados de nuestra existencia.
Cuando el sanador Quirón fue alcanzado de repente por la flecha envenenada de Hércules, su primer instinto fue retirarse, escondiéndose de todo lo que había fuera mientras intentaba, inútilmente, arreglarse.
Estas condiciones nos obligan a hacer frente a los ciclos de síntomas mediante la gestión del estrés, métodos alternativos y prácticas de autocuidado, técnicas de curación que a menudo no descubrimos cuando estamos ocupados escondiéndonos para que no nos vean.
Es lógico que nuestra mente encuentre una forma de proyectar, negar u «olvidar» nuestras cargas emocionales e incluso físicas.
Pero, ya sea a través de los acontecimientos, las circunstancias o las relaciones íntimas, es cuando los recuerdos personales de nuestros propios momentos de dolor se hacen patentes, o se nos llama la atención de alguna manera, cuando nos enfrentamos a nuestra capacidad (o incapacidad) para reconocerlos y afrontarlos.
Por eso Quirón es el antihéroe por excelencia: porque su lucha consiste en aprender a vivir con la angustia (angustia no sólo por la lesión en sí, sino por la derrota que supone la repentina impotencia de sus poderes curativos) sin poder eliminarla.
Aunque Quirón es el antihéroe, nació con la única cualidad que todos los héroes parecían perseguir pero que rara vez (o nunca) alcanzaban: la inmortalidad. Los mitos paralelos de Quirón y Prometeo demuestran la misma elección central de renunciar a su inmortalidad para salvarse de patrones de actividad autodestructivos.
La ironía del relato de Quirón es que para él la inmortalidad no es un estado heroico, sino una maldición que le ata a la angustia eterna. Sin embargo, aprender a enfrentarse a un problema que no tiene una solución lineal y prescrita es, en muchos aspectos, la hazaña más heroica de todas.
Quirón en la carta natal
El ciclo de repetición de Quirón nos recompensa cuando aprendemos a integrar nuestras experiencias dolorosas como parte de nuestra identidad. Pero mientras las veamos como imperfecciones que hay que eliminar, seguiremos viéndolas como defectos en los demás y en nosotros mismos, lo que afectará a nuestra capacidad de relación y comprensión mutua.
El ciclo quironiano de enfrentamientos repetidos con nuestros puntos débiles nos da problemas cuando se convierte en un ciclo inútil en el que nos encontramos continuamente intentando librarnos de ellos mediante aparentes curas o soluciones rápidas.
Los aspectos Venus-Quirón en una carta natal, por ejemplo, indican una profunda lucha interior en lo que respecta a la autoestima, el amor y las relaciones.
Aunque esta persona puede tratar de sofocar su dolor a toda costa mientras lidia con los problemas de sentirse querible, al mismo tiempo tiene una tremenda dificultad para aceptar el amor de los demás debido al intenso miedo al rechazo (abandono) en sus primeros años de vida.
Del mismo modo, la apariencia y la imagen pública de la persona son tanto romantizadas (Venus) como rechazadas (Quirón) por los demás, lo que lleva a una intensa contradicción que la persona debe aprender a afrontar.
Así que hay miedo (Quirón) no sólo a las relaciones (Venus), sino al poder de su propio atractivo. Como resultado, la soledad que acompaña a un aspecto Venus-Quirón puede ser profunda, ya que la persona recurre al aislamiento como mecanismo de afrontamiento.