TRANQUILIDAD INTERIOR.

La tranquilidad interior es el sentimiento de bienestar que experimenta una persona que se siente bien consigo misma, tranquila y relajada a nivel interno.

La tranquilidad interior es la meta de felicidad más relevante y está en el origen de la posibilidad de tener relaciones personales saludables previamente, uno debe de sentirse bien consigo mismo.

El mundo actual nos vende una paz tranquila, artificial y anestesiada a la que podemos acceder simplemente colocando un cartel de “no molestar”.

Ese espacio de tranquilidad es importante, no cabe duda, ya que nos permite descansar, pero no es la tranquilidad interior que necesitamos y de la que queremos hablar hoy.

Es un estado subjetivo

La tranquilidad interior es una sensación subjetiva de bienestar, es impalpable pero muy real ya que nos llena de un nivel de tranquilidad profunda.

Se trata de un estado en el que nos liberamos de nuestras principales preocupaciones, miedos, estrés y sufrimiento.

La tranquilidad interior es una sensación de calma en la que dejamos de luchar contra los pensamientos y las emociones negativas y perturbadoras, aunque eso no significa que no existan, sino que dejan de dominarnos y causarnos daño porque no les damos una importancia excesiva ni permitimos que se conviertan en preocupaciones recurrentes.

Es un estado en el que nos apartamos mental y emocionalmente de los problemas y conflictos cotidianos, asumimos una distancia psicológica para disfrutar de la serenidad.

Además, la tranquilidad interior también significa ser conscientes de las maravillas de la vida y sentirse plenamente conectados con el universo y con nosotros mismos.

¿Se puede alcanzar la tranquilidad interior?

Las personas que piensan que es imposible alcanzar ese estado de tranquilidad interior. afirman, además, que la vida cotidiana es tan incierta y a veces tan caprichosa, que no es posible encontrar la serenidad porque los problemas siempre están agazapados a la vuelta de la esquina, esperando para atacarnos en cualquier momento.

Y, hasta cierto punto, es cierto. No se puede negar que la vida acarrea una gran dosis de incertidumbre.

¿Dónde encontrar la tranquilidad interior?

Sin embargo, la tranquilidad interior es algo que debemos buscar y encontrar en nosotros mismos.

La tranquilidad que se consigue evadiéndonos de la realidad y de los problemas es una paz artificial que se hará añicos apenas la adversidad llame a nuestra puerta.

Esto significa que la tranquilidad interior no se construye únicamente en medio de la serenidad y la tranquilidad sino también en medio de la tormenta.

La tranquilidad interior se templa en la adversidad.

9 claves para adquirir tranquilidad interior

No debemos olvidar que la receta para conseguir la tranquilidad interior realmente está en nuestras manos.

1. Conócete a ti mismo

Dedica menos horas a los periódicos y las noticias y más tiempo a explorar tu interior. Dedica tiempo a la introspección-

Cuando permites que tu mente absorba la negatividad que transmiten la mayoría de los medios, es muy difícil compensarla.

No se trata de crear una burbuja feliz y artificial a tu alrededor, pero es conveniente que programes hábitos mentales no tóxicos y que te asegures de pasar tiempo a solas contigo mismo.

La tranquilidad interior proviene de sentirte cómodo con tus decisiones, pensamientos y emociones, y para ello necesitas actualizar constantemente tu autoimagen.

2. Acepta los pensamientos y emociones “negativas”

Encontrar la paz interior significa, ante todo, equilibrio.

Por tanto, no podrás hallar la serenidad si continúas batallando contra los pensamientos y emociones “negativos” o si pretendes ocultarlos en el lugar más recóndito de tu mente.

Para alcanzar la paz interior es necesario que practiques la aceptación radical, que aceptes estos pensamientos y emociones.

De hecho, cuando aprendes a vivirlos, perderán su poder sobre ti y lograrás liberarte de su carga.

Recuerda que los pensamientos y emociones “negativos” no te hacen daño, lo que te daña y arrebata la paz es aferrarte a ellos.

3. La crítica destructiva te aniquila

El ser humano es incapaz de superar la tendencia a comparar, sacar conclusiones y luego criticar.

Sin embargo, la crítica negativa es el peor enemigo de la tranquilidad interior.

La crítica no solo hace daño a quien es criticado sino también a quien emite ese juicio de valor.

Suele ser expresión de rigidez mental y rechazo a la realidad.

El problema es que la crítica negativa te sumirá en un estado de insatisfacción permanente que te aleja de la serenidad que pretendes alcanzar.

Eso no significa que debes aceptarlo todo, pero tienes que aprender la diferencia entre la crítica constructiva que da pie a un cambio positivo y la crítica destructiva cuyas consecuencias siempre son negativas.

Se trata de aprender a no juzgar y ser más tolerantes y flexibles.

4. Simplifica tu vida

Cada cierto tiempo, es conveniente que te detengas y te preguntes si estás haciendo lo que realmente te gusta o si estás perdiendo el tiempo inútilmente.

Piensa en cómo puedes simplificar tu vida para que puedas dedicar más tiempo a las cosas que realmente te importan y te brindan felicidad y satisfacción.

Recuerda que la madurez no está en añadir cada vez más, sino en restar y necesitar cada vez menos para ser feliz.

5. Haz de la gratitud un dogma

No dejes que pase un solo día sin sentirte agradecido por algo.

Siempre hay algo por lo cual dar gracias, solo hay que aprender a valorar las cosas que damos por descontado, como el simple hecho de vivir o de tener a nuestro lado a personas que nos aman y a las que amamos.

Cuando empezamos a sentirnos agradecidos por lo que tenemos, en vez de quejarnos por lo que no tenemos, reencontramos un nuevo equilibrio interior.

La gratitud es una de las llaves que abre la puerta a la serenidad y la felicidad.

6. La generosidad como arma

Muchas personas dan esperando recibir algo a cambio, convierten las relaciones interpersonales en relaciones comerciales.

Cuando no reciben la recompensa esperada, se enfadan.

Por eso, si quieres lograr la tranquilidad interior, debes despojarte del egoísmo y reencontrar el placer que implica el acto de dar, por el simple hecho de ayudar o hacer una buena acción.

Dar debe ser lo suficientemente gratificante de por sí.

Siéntete bien contigo mismo por lo que has hecho.

7. El presente es tu aliado

Si te sientes deprimido, estás viviendo en el pasado, si te sientes ansioso, estás viviendo en el futuro. Si te sientes en paz, estás viviendo en el presente, dice una frase sobre la paz interior de Lao Tzu.

Muchas veces vivimos agobiados porque estamos a caballo entre las culpas del pasado y las preocupaciones del futuro.

Aprender a estar plenamente presente, en lo que los budistas llaman “el instante eterno”, te permitirá encontrar la paz en lo que estás haciendo, sea lo que sea.

De hecho, puedes practicar diferentes ejercicios de mindfulness cotidiano, ni siquiera es necesario que te sientes a meditar.

8. Practica el desapego

A lo largo de nuestra vida vamos acumulando mucho resentimiento y rencor, sentimientos que terminan haciéndonos daño y nos impiden lograr esa tranquilidad interior que tanto ansiamos.

Por eso, es fundamental que aprendas a dejar ir esos sentimientos y pensamientos que te afectan y mantienen atado al pasado.

También es fundamental que aprendas a practica el desapego, incluso con las metas que te has propuesto.

La vida fluye, si te aferras te quedarás estancado luchando contra la corriente, lo cual te agotará emocional y físicamente.

9. Domestica tu mente

Cada día nos enfrentamos a cientos o incluso miles de estímulos.

Nuestra mente está en un estado de hiperestimulación constante que nos impide encontrar la serenidad.

Aprende a vaciar la mente y a liberarla de todas las preocupaciones cotidianas.

Por eso, es conveniente que dediques al menos unos minutos al día a practicar la meditación o la relajación.

GESTION INTELIGENTE DEL PENSAMIENTO.

¡Pon la mente en blanco!, ¡no pienses en nada! Hacer esto no es nada fácil por no decir que es realmente difícil. En nuestro día a día se nos presenta en nuestra mente multitud de pensamientos, de forma automática, los cuales nos tomamos como realidad, incluso podemos creer que no se pueden cambiar.

Entre otras muchas clasificaciones, podemos distinguir los pensamientos entre racionales e irracionales. Los pensamientos racionales son aquellos que tiene correlación con la realidad y ayudan a conseguir nuestras metas de una forma realista.

Por otro lado, nos encontramos con los pensamientos irracionales, aquellos que residen en lo más profundo de nuestra mente y nos llevan a errar en la manera que vemos el mundo que nos rodea, a nosotros mismos y a los demás.

Es común que estas interpretaciones erróneas se formen de forma automática y no se tenga conciencia de ellas, es por ello que son más lesivas si cabe. Es ahí donde situamos las distorsiones cognitivas. Este tipo de cogniciones, al ser muy rígidas y poco realistas disparan nuestras emociones negativas provocando a la vez reacciones y respuestas desadaptativas hacia las circunstancias que se nos presentan.

El primer paso para «aprender a pensar mejor» es comenzar a identificarlas, de esta manera las afrontaremos de la manera más indicada.

  • Adivinación del porvenir: Tendencia a creer que uno puedo adivinar lo que va a pasar.
  • Abstracción selectiva: Tendencia a ver únicamente un elemento de la situación obviando el resto. Se resaltan los detalles negativos y el resto de la situación queda teñida por eso.
  • Lectura del pensamiento: Tendencia a creer que uno puede adivinar lo que piensan los demás.
  • Sobregeneralización: Tendencia a sacar conclusiones a partir de un hecho simple.
  • Falacia de la recompensa: Pensar que en un futuro los problemas mejorarán por sí solos sin que tu actitud se dirija a ello. Ejemplo: «mi pareja me insulta mucho últimamente, pero estoy tranquila porque seguro que está pasando un mal momento y en unos meses me tratará mejor».

NO DEJAR DE PENSAR EN ALGUIEN.

No poder dejar de pensar en alguien es un fenómeno común y puede tener diversas razones, que pueden variar según la situación y la relación que tengas con esa persona, como atracción o amor, preocupación, necesidad de cierre, novedad o interés no correspondido, entre otras. A pesar de las complicaciones que puede provocar eso, no significa que sea algo inmanejable, sino que hay formas de controlar las ideas invasivas relacionadas con esa persona.

Obsesiones

Puede que no puedas dejar en pensar en alguien porque estás obsesionado/a con esa persona. Las obsesiones son ideas fijas, repetitivas, y de carácter intrusivo, que se pueden volver incontrolables. Así pues, es posible que los recuerdos persistentes sobre una misma persona o las situaciones inconclusas con la misma provoquen una obsesión insana.

En este sentido, las obsesiones pueden ser perjudiciales tanto para la persona obsesionada como para la que es objeto de esa obsesión. Es importante buscar ayuda si te encuentras en una situación de obsesión, ya que puede ser un signo de problemas subyacentes en la salud mental, como ansiedad, depresión o trastorno obsesivo-compulsivo. Un terapeuta o consejero puede ofrecer apoyo y estrategias para abordar la obsesión de manera saludable y constructiva.

Duelo no resuelto

Si dudas sobre por qué no puedo dejar de pensar en alguien, otra de las causas puede ser un duelo no resuelto. La experiencia de perder a alguien y no poder completar el proceso de duelo de manera adecuada puede provocar que esa persona no salgas de tus pensamientos.

Esta etapa implica la presencia de angustia, enojo, malestar, tristeza y desesperanza. Los procesos de duelo no son lineales, ya que dependerá del tipo de vínculo establecido con la otra persona y de las aptitudes de cada uno/a para superar la separación.

Así pues, un duelo no resuelto puede ser la fuente de pensamientos intrusivos acerca de una persona concreta. Esto no solo se aplica en relaciones amorosas, sino que es posible no dejar de pensar en alguien familiar, amigo o conocido que haya dejado una herida en tu vida.

Recuerdo de situaciones pasadas

Los recuerdos de situaciones pasadas son una parte natural de la experiencia humana. Así pues, en algunas ocasiones, recordar momentos previos con una fuerte carga emocional puede provocar que no puedas dejar de pensar en una persona. De esta forma, los factores contextuales de las situaciones pasadas pueden provocar no pienses en alguien continuamente.

Si quieres entender mejor este proceso, te recomendamos leer este artículo sobre la memoria emocional: qué es, tipos y ejemplos. Y, en definitiva, si tienes dificultades para lidiar con recuerdos dolorosos o traumáticos, considera buscar un apoyo terapéutico que te ayude a procesar y sanar.

Falta de actividades vitales

Si afirmas «no puedo dejar de pensar en alguien», quizá sea debido a que tus actividades diarias no te brindan emotividad o vitalidad suficiente. La carencia de experiencias que te hagan sentir vivo/a está directamente relacionada con la ausencia de vínculos sociales fuertes y duraderos. Esto puede provocar que la energía mental se focaliza en una persona que no deja de estar presente en tus fantasías.

Recuerda que la falta de actividades vitales puede ser un síntoma de problemas subyacentes, y buscar ayuda es un paso importante hacia la recuperación.

Idealización

La idealización es un proceso mental en el que se atribuyen cualidades o características exageradamente positivas a una persona, objeto, idea o situación, viéndolos como perfectos o ideales, a menudo sin considerar sus defectos o limitaciones reales.

En este sentido, si te preguntas por qué no puedo dejar de pensar en alguien, el motivo puede ser que has idealizado a esa persona. Exagerar las cualidades de alguien hace que las fantasías adquieran un matiz repetitivo y placentero. Sin embargo, si esto perdura en el tiempo es posible que se convierta en una obsesión.

Para abordar la idealización problemática, es importante mantener una perspectiva realista y aprender a aceptar las imperfecciones tanto en uno mismo como en los demás. La terapia y la autorreflexión pueden ser herramientas útiles para abordar este patrón de pensamiento y desarrollar una visión más equilibrada y saludable de las personas y las situaciones en la vida.

Negación de la realidad

La negación de la realidad es un mecanismo de defensa psicológica que implica la incapacidad o resistencia a aceptar o reconocer la realidad de una situación, hecho o emoción que es evidente o que ha ocurrido. Si no puedes dejar de pensar en alguien, puede ser debido a que has tenido algún conflicto con esa persona y eso te genera malestar, o para evadirte de tus problemas.

Por ejemplo, a modo de distracción, muchos individuos eligen pensar en alguien sin ningún límite para evadir responsabilidades. Aunque la negación puede proporcionar un alivio temporal, a largo plazo puede ser perjudicial ya que evita que las personas enfrenten y resuelvan problemas de manera efectiva.

Superar la negación de la realidad generalmente implica reconocer que se está utilizando este mecanismo de defensa, y buscar apoyo para enfrentar la situación o las emociones que se están evitando.

ASERTIVIDAD.

Asertividad es la capacidad de expresar ideas, creencias o sentimientos de forma eficaz, sin incomodarse por ello o incomodar a los demás.

Asertividad, es un comportamiento tanto verbal como no verbal, es decir, lo que se dice y cómo se dice.

Por ejemplo, un comportamiento verbal puede ser solicitar un cambio de conducta, hacer una crítica, pedir un favor, etc.

Un comportamiento no verbal puede ser: el tono de voz, la mirada, la postura corporal, los gestos, los movimientos de las manos, etc.

En otras palabras, asertividad es una forma de expresión consciente, congruente, clara, directa y equilibrada.

Podemos decir que una persona se comporta asertivamente cuando:

  • Conoce sus derechos e intereses personales.
  • Los defiende mediante una serie de habilidades de conducta.
  • Es objetivo y respetuoso consigo mismo y con los demás.

Asertividad forma parte de las habilidades sociales.

Podemos entender las habilidades sociales como aptitudes necesarias para un comportamiento adecuado y positivo para afrontar los retos de la vida.

Cuando las habilidades sociales se manifiestan de forma equivocada surge la insatisfacción y la frustración.   

La asertividad se fundamenta en la autoconfianza, y evita reacciones emocionales producto de la ansiedad, la culpa o la ira.

Y es que, en las relaciones sociales, cuando se presentan dificultades pueden superarse o eliminarse sin agredir al otro mediante asertividad.

Esto sucede así porque existe el respeto a uno mismo, a los demás, y el objetivo no es imponer el punto de vista sino expresarse adecuadamente.

No lo pienses más programa una sesión ahora mismo con un psicólogo en línea y comienza a resolver esos asuntos que no te permiten vivir en paz.

Asertividad es especialmente importante en ocasiones en que sentimos un enfrentamiento entre nuestros intereses y nuestros deberes.

La función general de este comportamiento es la defensa y respeto de los derechos propios y ajenos.

Asertividad está muy ligada a la autoestima.

En una investigación realizada en 2007 se encontró que los estudiantes con las calificaciones más altas en cuestionarios psicométricos de autoestima, de igual forma las tenían en asertividad.

¿Cuáles son los derechos asertivos?

Los derechos asertivos nos protegen cuando las situaciones se vuelven manipuladoras de nuestra conducta.

Manuel J. Smith, profesor de psicología clínica en la universidad de california postulo los llamados derechos asertivos.

Tenemos derecho a:

  • Juzgar a nuestros propios comportamientos, pensamientos y emociones, y a asumir la responsabilidad de su iniciación y sus consecuencias.
  • No dar excusas ni razones para justificar nuestro comportamiento.
  • Juzgar, evaluar y encontrar soluciones para los problemas de otras personas, si tales problemas nos incumben.
  • Cambiar de parecer.
  • Cometer errores y a hacernos responsables de ellos.
  • Decir “no lo sé”.
  • Ser independientes de los deseos, preferencias y necesidades de otras personas.
  • Tomar decisiones ajenas a la lógica.
  • Decir “no lo entiendo”.
  • Decir “no quiero”.

¿Cuáles son las habilidades asertivas?

  • Emitir libre información, añadiendo información a la objetivamente solicitada.
    • Por ejemplo; a la pregunta ¿Qué te pareció la exposición? Podría responderse “interesante” o “muy interesante, aprendí mucho acerca del tema”, de tal suerte que incitaría a continuar la conversación, intercambiar información, etc.
  • Hacer autorrevelaciones o informar acerca de nosotros mismos.
  • Habilidad para la escucha activa.
    • Implicarse en el mensaje que nos es transmitido demostrándolo con mensajes verbales y no verbales.
  • Habilidad para empatizar.
  • Habilidad para formular una crítica.
    • Describir la situación que nos incomoda, refiriéndonos a la conducta observable y expresando los sentimientos que nos produce.
  • Solicitar cambios en la conducta o la ejecución de tareas de otra persona.
    • Se puede empezar exponiendo una situación positiva como introducción a la propuesta de cambio.
  • Expresar opiniones y criterios.
  • Solicitar a los demás que expresen acuerdo o desacuerdo.
  • Hacer preguntas, continuar una conversación.
    • Las preguntas pueden ser abiertas o cerradas, para mantener una conversación es preferible utilizar preguntas abiertas.
  • Expresar y recibir elogios.

Características de asertividad.

Asertividad como hemos visto es un comportamiento que se manifiesta en las relaciones sociales.

Veamos sus características:

  • Controlar la tensión que puede provocar una evaluación.
  • Controlar las reacciones que puedan provocarnos la injusticia, recibir elogios, etc.
  • Mantener la serenidad y verbalizar positivamente.
  • Mostrar una conducta no verbal directa, segura.
  • Responder de manera directa.
  • Exigir respeto a nuestros derechos, ser honestos.

Podemos decir que hay dos formas de no ser asertivos, por un lado, mediante conductas agresivas y por otro lado mediante conductas pasivas.

Asertividad no es solo una conducta.

Es un conjunto de pensamientos, sentimientos y conductas.

Si una persona no tiene pensamientos y sentimientos asertivos y respetuosos, no podrá mostrar una conducta asertiva.

ABRIR LA MENTE.

Hace muchos años, Albert Einstein dijo: “la mente es un paracaídas, solamente funciona cuando se abre». Y es que cabe preguntarse si podemos desarrollarnos positivamente como personas con una mentalidad cerrada.

A lo largo de este artículo hablaremos acerca de cómo abrir la mente, así como de la importancia de la apertura mental y de los beneficios que nos aporta tener una actitud abierta al cambio.

La mentalidad flexible

Resulta obvio que el hecho de vivir la vida manteniendo una mentalidad abierta puede proporcionarnos numerosos beneficios y ventajas, tanto a la hora de experimentar emociones positivas como de percibir y aprovechar las innumerables oportunidades que se nos presentan.

Mantener una mente abierta es básico para el bienestar personal y la gestión del estrés, así como para facilitarnos conseguir nuestros objetivos vitales y mantener una buena relación con el resto de sociedad. A fin de cuentas, es nuestra capacidad de adaptarnos cognitiva y emocionalmente a esos cambios de la vida ante los que no podemos permanecer impasibles, viviendo con nuestros viejos hábitos y atajos mentales.

A pesar de que el concepto “apertura mental” haga referencia a un rasgo de personalidad, esta se puede entrenar y desarrollar mediante diferentes técnicas y pasos, ayudándonos a ser más abiertos a los cambios, flexibles y comprensivos.

En el ámbito laboral, poseer una mente abierta resulta sumamente útil en aquellos trabajos que requieran de creatividad o que estén relacionados con la ciencia y la investigación. Por otra parte, en nuestro día a día, mantener la mente abierta nos ayuda a vivir sin prejuicios.

6 pasos para abrir nuestra mente

Como se menciona anteriormente, a pesar de que la apertura mental es un rasgo de personalidad, esta es susceptible de ser ejercitada y mejorada, aportándonos así varios beneficios tanto a nivel personal, como social y profesional.

A continuación veremos una serie de técnicas o métodos que nos pueden ayudar a desarrollar la apertura mental.

1. Practicar la escucha

Escuchar a otras personas nos aporta una gran cantidad de información acerca de lo que nos rodea y lo más importante, nos provee de otros puntos de vista sobre la vida que nos pueden aportar otra perspectiva de ciertos aspectos de nuestro mundo.

No obstante, escuchar no significa oir. Esta escucha ha de ser activa, eliminando nuestros prejuicios y permitiendo que las otras personas expresen sus opiniones. Siempre desde el respeto por parte de ambos lados.

2. Cuestionar las cosas y a nosotros mismos

Esto incluye tanto aquello que nos rodea como nuestras propias creencias. Mantener una postura crítica con nosotros mismos y con aquello que nos rodea es fundamental para desarrollar la apertura mental, puesto que esta no implica que tengamos que aceptar ciegamente o creer todo aquello que nos rodea.

Las personas tendemos a asumir como cierto aquello que nos transmiten los medios o la sociedad, así como a no cuestionarnos aquello en lo que hemos creído siempre.

No obstante, para desarrollar y mantener una mente abierta es necesario que, de vez en cuando, reflexionemos y cuestionemos nuestras propias decisiones, creencias y costumbres, así como la información que nos llega de otros medios.

3. Salir de la zona de confort

Habitualmente, las personas tendemos a permanecer en aquellos lugares o situaciones en los que nos sentimos seguros, en los que no existen los riesgos y en los que los imprevistos aparecen en el menor número de ocasiones posibles.

De esta manera, la persona mantiene una rutina sin contingencias o sobresaltos, pero también sin sin alicientes ni motivaciones, y con el riesgo de desarrollar una dependencia a aquello que nos proporciona esta seguridad.

A esto se le llama “zona de confort” y aunque en cierto grado es positiva, no debemos acomodarnos en ella. Una buena manera de salir de nuestra zona de confort es ir realizando pequeños cambios y acciones que nos ayuden a salir poco a poco de ella.

Estos pequeños cambios darán pie a otros más grandes y poco a poco nos habituaremos a vivir nuevas experiencias que nos ayudarán a desarrollar otras perspectivas de todos aquello que nos rodea y a expandir la visión de nuestra realidad.

4. No tener miedo a ser diferente

Este paso está muy relacionado con los dos anteriores. Asumir como propios las costumbres y comportamientos que nos impone la sociedad, no nos ayudará a desarrollar la apertura mental.

Para deshacernos de ellos, el primer paso es eliminar el miedo a ser diferentes al resto, así como quitar importancia a aquello que el resto de personas pueda pensar de nosotros.

5. No temer las equivocaciones

En el mismo momento en el que decidimos salir de nuestra zona de confort y abrir nuestra mente a otras creencias o experiencias vitales, debemos aceptar que es posible que nos equivoquemos en muchos momentos de nuestra vida.

No obstante, esto no puede suponer una barrera a la hora de mejorar nuestro bienestar. Equivocarnos nos concede la oportunidad de aprender de nuestros errores, y estas lecciones nos ayudarán a desarrollarnos y crecer como personas más completas.

Por lo tanto, es necesario deshacernos del miedo a equivocarnos. Puesto que es imposible desarrollar una mente abierta si el miedo nos condiciona tanto para pensar como para actuar.

6. Abrirnos a lo que nos rodea

El mundo que nos rodea, las personas, las cosas, la naturaleza, pueden servirnos de estímulo e inspiración para cualquier ámbito de nuestra vida.

Aprender de otras personas y culturas nos aportará nuevas ideas y puntos de vista que pueden servirnos en un futuro. Y hacerlo de manera continuada nos ayudará a mantener la mente abierta y disfrutar mucho más de nuestra vida.

Beneficios de mantener la mente abierta

Una vez somos conscientes de lo que queremos conseguir y de los pasos o técnicas que necesitamos seguir para conseguirlo, podremos comenzar a disfrutar de todos aquellos beneficios que una mente abierta nos puede proporcionar.

Entre las ventajas de la apertura mental se encuentran las siguientes:

  • Capacidad para disfrutar al máximo de la vida.
  • Mayor productividad y excelencia en el trabajo.
  • Capacidad para asumir los cambios y llevarlos a cabo satisfactoriamente.
  • Mejorar la calidad de nuestras relaciones.
  • Estar atento a nuevas oportunidades.
  • Capacidad para resolver los problemas más fácilmente.

PREOCUPACION.

Qué es la preocupación en psicología

Mientras la preocupación tiene un papel positivo, todo va bien; meditando sobre un problema – es decir, empleando un tipo de reflexión constructiva similar a la preocupación – se puede resolver. De hecho, la respuesta fisiológica subyacente a la preocupación es la vigilancia del peligro potencial, una reacción que sin duda ha sido esencial para la supervivencia en el curso de la evolución. Cuando el miedo pone al cerebro emocional en un estado de agitación, parte de la ansiedad resultante sirve para fijar la atención en la amenaza contingente, obligando a la mente a idear una manera de controlarla, ignorando temporalmente cualquier otra cosa.

¿Para qué sirve la preocupacion? La preocupación es, en cierto sentido, un repaso mental de los acontecimientos, para aislar lo que podría ir mal y decidir cómo abordar el problema; la función de la preocupación como reacción es la de encontrar soluciones positivas en las situaciones peligrosas de la vida, anticipándolas antes de que se presenten.

Cómo saber si la preocupación es excesiva, patológica o crónica

El problema surge en el caso de que las preocupaciones se vuelvan crónicas y repetitivas, en el caso, en definitiva, de que continúen reciclando hasta el infinito, sin que jamás se vislumbre una solución positiva. Un análisis atento de la preocupación crónica muestra que tiene todos los atributos de un «secuestro» emocional de baja intensidad. A continuación, veremos los síntomas de preocupación excesiva:

  • Las preocupaciones parecen surgir de la nada.
  • Las preocupaciones excesivas son incontrolables.
  • Las preocupaciones patológicas generan un constante burbujeo de ansiedad.
  • Son inaccesibles a la razón y obligan al individuo a considerar el problema desde una sola, inflexible, perspectiva.

Cuando este ciclo de preocupación persiste y se intensifica, puede derivar en verdaderos «secuestros» emocionales, es decir, en los trastornos ansiosos: fobias, obsesiones y compulsiones, ataques de pánico. Además, muchos de los que pasan su tiempo pensando cumplen con los criterios de diagnóstico para el Trastorno de Ansiedad Generalizada, caracterizado precisamente por la presencia de síntomas de ansiedad y un estado de preocupación constante y excesiva, desproporcionado con respecto a la realidad de los hechos.

En cada uno de estos trastornos, la preocupación adquiere una connotación distinta: en la fobia, las ansiedades se fijan en la situación objeto del miedo; en el obsesivo, en la necesidad de evitar cualquier calamidad temida; en el caso de los ataques de pánico, por último, las preocupaciones pueden centrarse en el miedo a la muerte o en la propia perspectiva de los ataques. En todas estas condiciones, el denominador común es que la preocupación se escapa a todo control. Ante el exceso de preocupación por las cosas, ¿qué podemos hacer? A conticiación veremos cómo evitar la preocupación excesiva.

Cómo dejar de preocuparse por todo

Si hay una cosa que las personas crónicamente preocupados no pueden hacer es seguir los consejos que a menudo se dan: «deja de preocuparte» (o, peor aún, «no te preocupes, trata de ser alegre»). Después de muchos experimentos, sin embargo, el psicólogo Borkovec y sus colegas de la Universidad Estatal de Pennsylvania descubrieron algunas medidas simples que pueden ayudar a controlar la inclinación a la preocupación incluso cuando se ha establecido desde hace mucho tiempo. Veamos este tratamiento para la preocupación patológica:

  1. El primer paso es la autoconciencia, es decir, reconocer cuanto antes los episodios que causan preocupación; lo ideal sería poder captarlos en cuanto la imagen catastrófica desencadena el ciclo de preocupación-ansiedad, o como mucho, inmediatamente después.
  2. El siguiente paso es adoptar una actitud crítica hacia sus suposiciones: ¿es muy probable que el evento temido ocurra? ¿Es necesariamente cierto que sólo hay una (o ninguna) alternativa a dejar que eso suceda? ¿Se pueden tomar medidas eficaces al respecto? ¿Es realmente útil permanecer indefinidamente en estos mismos pensamientos ansiosos?

Esta combinación de atención a los propios pensamientos y de sano escepticismo actuaría, presumiblemente, como un freno en la activación neuronal en la base de un ligero estado de ansiedad. Borkovec subraya que estas estrategias desencadenan una actividad mental incompatible con la preocupación, un método que ha demostrado ser útil contra la preocupación crónica incluso en algunas personas en las que el trastorno era lo suficientemente grave como para requerir un diagnóstico psiquiátrico.

Por otra parte, en el caso de las personas cuya preocupación es tan grave que desemboca en la fobia, en el trastorno obsesivo compulsivo o en los ataques de pánico, puede ser necesario recurrir al uso de medicamentos para romper el círculo vicioso. Por eso, es imprecindible consultar un especialista.

SALIR DE LA ZONA DE CONFORT.

Sal de tu zona de confort

Zona de confort es un término muy empleado en el día a día y en contextos informales. Además, es objeto de investigación y un concepto que se utiliza en el ámbito de la psicología. Pero, ¿qué significa zona de confort?

1. La zona de confort

¿Qué es la zona de confort? Este concepto se refiere a un estado mental y conductual en el que las personas siguen un comportamiento, estrategia y actitud rutinario y repetido, sin asumir ningún tipo de riesgo o cambio en sus vidas. El rendimiento que se obtiene en esta zona es constante, pero es un área en la que no se produce aprendizaje, ya que en ella se encuentra todo lo que ya se conoce y se domina. Se trata de un espacio personal en el que se actúa sin demasiada conciencia y sin prestar demasiada atención, con el llamado piloto automático. Las situaciones son familiares y conocidas, por lo que la persona sabe con seguridad cómo reaccionar a ellas y afrontarlas. ¿Qué pasa si salgo de la zona de confort? Que entro en la zona de aprendizaje.

2. La zona de aprendizaje

La llamada zona de aprendizaje es un área de expansión en la que las personas asumen nuevos retos y desafíos, y experimentan en diferentes áreas de su vida. Este espacio implica un esfuerzo personal, una sensación inicial de inseguridad y desprotección y unos niveles de ansiedad aceptables. Sin embargo, en este es donde se produce el crecimiento personal, el aprendizaje, la adquisición de nuevas herramientas y la ampliación de conocimientos. Una vez la persona domina aquello que era novedoso, pasa a formar parte de la zona de confort. Sin embargo, tras la zona de aprendizaje se encuentra la zona de pánico.

3. La zona de pánico

En este área ya no se produce aprendizaje, debido a que la situación sobrepasa los propios límites y se experimenta una sensación de falta de control que resulta paralizante. En este espacio se desarrollan niveles muy elevados de ansiedad y miedo, estos derivan en conductas de huida a la zona de confort de nueva.

Salir de la zona de confort: preguntas frecuentes

Si te estás planteando salir de tu zona de confort y no sabes cómo, puede que te plantees las siguientes preguntas:

¿Qué significa salir de la zona de confort? Salir de la zona de confort representa realizar nuevas actividades, adoptar nuevos hábitos o perseguir nuevos retos.

¿Por qué no quiero salir de mi zona de confort? En la zona de confort, la gente experimenta una sensación de control y de seguridad. En este entorno se minimiza la incertidumbre y se obtiene estabilidad. A pesar de ello, el bienestar que se obtiene de esta zona no tiene porqué proceder del crecimiento personal y la satisfacción, más bien es derivado de la ausencia de emociones tales como el exceso de ansiedad, miedo y una incertidumbre e inseguridad desbordantes.

¿Por qué cuesta tanto salir de la zona de confort? Las resistencias que encuentra la gente para salir de su zona de confort son precisamente este miedo e incertidumbre, junto a la sensación de falta de control y desorientación. Este área de comodidad puede resultar segura y constituir una especie de refugio, pero es limitante y a largo plazo puede producir apatía, desmotivación, aburrimiento, tristeza sensación de falta de sentido, pasividad y conductas de evitación. Es por ello, que es necesario realizar un esfuerzo y salir de vez en cuando de la propia zona de confort

¿Por qué salir de la zona de confort? Los motivos para salir de tu zona de confort hacia la zona de aprendizaje son los beneficios que reporta. Por ejemplo:

  • Aumenta la autoconfianza
  • Aumenta la capacidad de afrontar diferentes problemáticas
  • Proporciona nuevas perspectivas y experiencias
  • Amplía los conocimientos

15 ejercicios para salir de la zona de confort

¿Cómo salir de la zona de confort fácilmente? Debido a que no siempre es fácil abandonar nuestra área de seguridad y control, a continuación mostramos una serie de consejos y ejercicios que pueden ser de ayuda para la salir de la zona de confort:

  1. Conocer los límites: si te preguntas cómo salir de la zona de confort, es importante que la salida de la zona de confort no se convierta en una obsesión y un exceso de presión. Cada persona es diferente y presenta ritmos que difieren entre sí, por lo que hay personas que podrían salir de este área mediante un gran cambio repentino y otras que necesitarán realizar pequeños pasos o cambios. Por ello, es necesario el autoconocimiento y análisis de nuestros rasgos de personalidad y miedos, ya que es vital encontrar el equilibrio entre la ansiedad y aquello positivo que se deriva de esta salida del área en la que hallamos comodidad.
  2. No caer en el catastrofismo: a la hora del planteamiento y planificación sobre la salida de la zona de confort, ayuda saber que estar fuera de ella no implica no volver jamás a esta. La zona de confort es un espacio al que siempre se puede volver si se desea, ya que la zona de aprendizaje no comporta la pérdida absoluta de control; la responsabilidad y el poder de decisión sigue perteneciendo a la persona.
  3. Descubrir sitios nuevos: uno de los ejercicios para salir de la zona de confort es realizar una lista de sitios a los que no se ha ido nunca y de eventos culturales o artísticos que tengan lugar e intentar una vez por semana ir a uno de ellos. De esta manera se explora el entorno más cercano pero desconocido.
  4. Salirse del propio estilo: la novedad puede encontrarse de manera sencilla, simplemente probando con nuevos estilos de comida, de música, de género de libros, de películas, etc. Puede ser de utilidad prestar atención y pensar en aquello nuevo que nos ha aportado estos estímulos desconocidos.
  5. Buscar compañía: realizar alguna actividad o cambio que produce temor y evitación con otra persona puede ser la clave para atreverse a dar el paso, debido a que esta puede reducir la angustia e incertidumbre. Puede resultar el factor que promueva a la acción.
  6. Analizar las propias experiencias: otro ejercicio para salir de la zona de confort consiste en ser consciente y realizar un repaso mental de las cosas que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida, así como recordar los sentimientos y emociones previos y posteriores, los beneficios y conocimientos que se obtuvieron, eso puede facilitar la toma de decisión de abandonar la zona de confort.
  7. Conocer gente: exponerse a personas nuevas constituye un reto en sí mismo en muchas ocasiones, por ello, es un buen ejercicio para salir de la zona de confort. Además, la diversidad de gente aporta diferentes puntos de vista, conocimientos e ideas y planes que tal vez no te habrías llegado a plantear hasta mantener contacto con esa persona.
  8. Dedicar un tiempo a saber qué se quiere: esto implica reflexionar sobre aquello que nos gustaría realmente realizar y analizar las barreras que encontramos y abordar la forma de superarlas. Una vez definido el deseo o deseos, es aconsejable desglosar este objetivo en diferentes pasos a seguir, ya que promueve la clarificación, la simplificación y la realizabilidad del mismo.
  9. Realizar una jerarquía de miedos: otro de los ejercicios para salir de esta zona, consiste en elaborar una lista de acciones o actividades que nos causen desde miedo y/o ansiedad leve hasta altos niveles y ordenarlas de menor a mayor angustia. Una vez realizada, empezar la exposición por aquellas que menos atemoricen.
  10. Cambiar la rutina: conviene dedicar un tiempo a analizar qué rutinas realizamos a lo largo de los días, pensar y escribir una lista de posibles alternativas o variaciones que se podrían introducir para generar un cambio en la cotidianeidad y salir de la zona de confort.
  11. Buscar información: en ocasiones, las personas podemos exagerar y magnificar aquello que nos es desconocido. Por ello, averiguar más e informarse acerca de aquellas actividades que dan miedo, puede disminuir la incertidumbre, que es uno de los factores que bloquea la salida de la zona de confort.
  12. Prepararse: otro de los ejercicios para salir de la zona de confort es preguntarse a sí mismo o misma acerca de qué es aquello que podría salir mal o sería negativo al realizar aquello que da miedo e inseguridad. Una vez identificado, pensar y planificar cómo abordar esas posibilidades. Esta anticipación contribuye a generar una mayor sensación de control sobre los acontecimientos.
  13. Identificar áreas vitales a mejorar: esto implica analizar aquellas partes de nuestra vida o actitudes y comportamientos propios que nos gustaría cambiar de forma positiva. Una vez realizada la identificación, hacer una lluvia de ideas de diferentes alternativas, también se puede preguntar a más gente para que aporten nuevas ideas. Escoger aquellas que más plausibles parezcan y ponerlas en práctica.
  14. Desapegarse: la zona de confort también tiene una parte material e implica todos aquellos objetos de lo que no se quiere deshacer una persona, pese a que no lo necesite, ya que le reconforta y de alguna manera le hace sentir seguridad. Es un buen ejercicio para salir de la zona de confort empezar a reducir estos poco a poco.
  15. Acudir a una persona profesional: la parálisis y los bloqueos en cuanto a salir de la zona de confort son frecuentes. Por ello, puede ser de ayuda recurrir a una persona profesional que trabaje el autoconocimiento, la confianza, la motivación y que ayude a diseñar conjuntamente un plan de acción y realice el seguimiento de este. Además, la búsqueda de ayuda ya constituye en sí misma un gran paso hacia la zona de aprendizaje.

VIVIR EL PRESENTE.

¿Qué significa vivir el presente? Un resumen

El pasado nos da identidad y experiencias, que marcan nuestra personalidad y conocimientos. Sin embargo, ese pasado no es una losa que debamos cargar todo el día. Somos lo que estamos haciendo ahora para mejorar aquello que fuimos.

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Esta es la aptitud sana que deberíamos tomar en relación a nuestro presente, que es el único momento real que estamos viviendo. El pasado son solo recuerdos, y el futuro son solo escenarios hipotéticos, que ya vendrán, si tienen que venir.

Nuestras acciones, nuestros pensamientos, nuestro presente es lo que nos hace como somos. ¡Hagamos más y preocupémonos menos! Vivir el presente se vuelve un imperativo en una sociedad en la que nos comemos, constantemente, la cabeza con cosas que, realmente, no son para tanto.

Quizás tengan su importancia, pero no le podemos hacer nada si no pretendemos coger el toro por los cuernos y ponemos medios y voluntad para centrarnos en ser más adaptativos, plenos y felices.

Es por ello que vivir el presente implica abordar aquellos aspectos de la realidad que resultan incómodos y los integramos en nuestra experiencia como parte de un conjunto de situaciones cambiantes: ni como elementos del pasado que estamos condenados a arrastrar, ni obstáculos con los que nos tocará lidiar solo en el futuro, y de los que no podemos tener indicios en el aquí y ahora. Precisamente, aceptar el momento presente implica ser capaz de afrontar la realidad desde una mentalidad constructiva.

El pasado, pasado está

El pasado actúa archivando toda nuestras vivencias percibidas como importantes. Estas vivencias pueden ser buenas, beneficiosas para aprender, pero, también, pueden ser el combustible para las preocupaciones y los arrepentimientos.

Se dice que el ser humano ocupa el 70% de su pensamiento en pensar en cosas pasadas, sobre todo malas: la ruptura con nuestra pareja, no estudiamos suficiente para un examen, se nos olvidó llamar a nuestro hermano para felicitarle por su cumpleaños… El pasado, mal llevado, es lo que nos impide vivir el presente. Lo que se puede hacer no es cambiar el pasado, sino modificar el presente para resignificar nuestros recuerdos y nuestra realidad material heredada de esos eventos que ya sucedieron.

A todos nos ha pasado en más de una ocasión que, mientras estamos trabajando, estudiando, haciendo un deporte o lo que sea, de repente, vienen a nuestra mente, como como invitados no deseados, pensamientos recurrentes, flashbacks de situaciones realmente desagradables.

Dejamos de centrarnos en lo que estamos haciendo y nos centramos, una y otra vez, en recordar esas vivencias malas. ¿De qué sirve todo esto? ¿Para qué volver a vivir, aunque de forma imaginada, eso? ¿Acaso vamos a cambiarlo mágicamente pensando mucho en ello?

Puede que nos arrepintamos de cosas malas que hicimos, o del simple hecho de no intentar nuestros sueños. Queríamos estudiar inglés, pero abandonamos el curso, queríamos ponernos en forma, pero en el armario se ha quedado la ropa de deporte, queríamos decirle de salir a una chica o un chico, pero nos callamos… queríamos muchas cosas, pero ninguna hicimos. Y volvemos a martirizarnos por lo que no hicimos, creyendo, de forma inconsciente, que si nos lo planteamos en el pasado pero no lo hicimos, nunca lo haremos. Mentira. Nunca digas nunca.

Toca vivir el aquí y ahora

Solo fracasan quienes no lo intentan. Intentar vivir el presente, hacerlo con nuevas experiencias, cambiar la forma de pensar y, en definitiva, poner el foco de atención en lo que vemos, oímos, sentimos y hacemos, es la clave de la felicidad.

El ahora es el momento en el que podemos hacer cambios en nuestra vida, no el pasado. Es ahora que podemos elegir cómo sentirnos, cómo pensar, y cómo actuar. El presente es lo que existe y, como ente existente que es, podemos controlarlo. El pasado y el futuro son cosas que no están, que ya/todavía no existen.

Cuando somos capaces de focalizar nuestra atención en el presente, nuestra mente se ve liberada de pensamientos negativos pasados o futuros. Cuando la concepción de lo que somos se basa en los recuerdos malos, cosas que, ojalá, no hubiéramos vivido, vivimos en un sufrimiento continuado. Por ese motivo debemos aceptar nuestro pasado como un aprendizaje, no como un determinante de nuestro presente.

Aprender a disfrutar del momento

La felicidad se vive en el momento, no en el pasado, ni tampoco en el futuro. Puede que hayamos sido felices en el pasado, y puede que en el futuro también lo vayamos a ser, pero el pasado ya ha sido, y el futuro todavía no ha llegado. Centrémonos en el presente, pues la felicidad se da en ese momento.

Uno de los factores que contribuye a manifestar psicopatología, especialmente del tipo depresivo y ansiedad, es el no poder dejar de prestar atención sobre cosas que no hay forma que se puedan cambiar, básicamente el pasado y el futuro. Lo que sí podemos cambiar, lo que sí que nos puede reportar beneficio y placer es el presente, si disponemos de tiempo y la ocasión lo permite.

Vivir el ahora no es que sea cosa sencilla. Requiere de un aprendizaje progresivo, generando el hábito de centrarse en el ahora, enfocándonos en lo que estamos viviendo, evitando que nuestra mente se quede dispersa y tenga demasiadas tentaciones pensando en todo tipo de pensamientos que le llevan a malas experiencias pasadas y preocupaciones sobre el porvenir.

No es que debamos dejar de preocuparnos, valga la redundancia, de que nos preocupemos por el pasado o por el futuro. El ser humano es un animal inteligente, con la capacidad de prever lo que tiene que hacer y plantearse qué opciones tiene disponibles. Es nuestra naturaleza, como seres con pensamiento desarrollado, el pensar qué nos va a ocurrir, y enfocar nuestros recursos cognitivos y habilidades a la búsqueda de la hipotética situación.

El pasado, conformado por las experiencias vividas y las lecciones aprendidas a partir de ellas, es la guía que nos sirve para plantearnos cómo proceder. El problema es que, tal y como está hecha nuestra mente, si somos demasiado neuróticos u obsesivos, esto es lo que nos genera muchos desajustes emocionales.

Tanto el pasado como el futuro son dos cosas que no controlamos, por eso nos genera tanta angustia, aunque racionalmente sepamos que no podemos cambiar el pasado y el futuro es una cosa que vendrá, independientemente de nuestra preocupación.